Nuestra historia...
La identidad puertorriqueña sí se puede propagar lejos de la isla...
Huertorriqueño fue germinado por una madre y su pequeña hija...la madre deseosa de que su hija, nacida y criada en Texas, tuviera recuerdos de una niñez y adolecencia puertorriqueña.
Decidió hacerlo a través de la agricultura urbana porque ya el amor por la jardinería existía en ambas. Y aparte, quería que su nena tuviera recuerdos estándares de una niñez puertorriqueña, tales como:
El llevar regaño por haber dejado el árbol “pelao” de lo irresistibles que son los gandules frescos, o
...que al menos se le grabara en su corazón lo que era recoger parchas silvestres después de un buen mareo camino al campo...o
(y todavía falta para esto) que tuviera que darle explicación a sus “dates” el porque sus manos olían a ajo y recao los sábados por la noche, después de hacer sofrito fresco.
Para esta madre, estos eran recuerdos íntegros de ser un niño y adolecente boricua...recuerdos que a través de las generaciones acá, su familia corría riesgo de perder.
Al llegar a lejanas tierras a los tres años, al menos esta madre tiene recuerdos de visitar su isla nativa con frecuencia de niña...pero su hija, siendo mitad americana, y sin tener la misma base de idioma a diario, estaba a riesgo de no saber lo que era el que se le erizaran los pelos al escuchar En mi Viejo San Juan. Y la madre, quien por años soltera se enfocó más en la sobrevivencia que en la identidad cultural, un día despertó ahogada dándose cuenta de que no había cultivado en lo total la identidad cultural de su hija.
Ahí fue donde se hizo el inventario de los próximos pasos, los cuales se tomarían a través de algo que ya era pasatiempo para las dos: la jardinería. El sembrar, y el ver despertar vida, el sentirse pequeñas ante la orden Perfecta de la propagación...serían usadas como lección no solo para hablarle a su hija de Dios, si no también para presentarle a Puerto Rico a través de la siembra...y si veía el amor por su cultura nacer en ella, posiblemente se le podía dar como herramienta a otras familias para que empezaran conversaciones culturales, también.
Y de ahí...
“No todos se van a germinar allá en Texas.” le dijeron por teléfono.
Y ese fue el reto perfecto para que dos féminas boricuas se miraran con determinación y cada semilla de parcha, gandul, recao y ají dulce que tenían se enteraron...
Una semana después, al no saber que hacer con tanto brote de palito de gandul, nació el vivero urbano, Huertorriqueño...
•••
Esperamos que a través de su siembra de Huertorriqueño, sus hijos no solo lleguen a sembrar matitas típicas, si no que estando lejos de nuestra islita, aún logren cosechar identidades puertorriqueñas.
💜🇵🇷🌱,
Laura y Alex
Decidió hacerlo a través de la agricultura urbana porque ya el amor por la jardinería existía en ambas. Y aparte, quería que su nena tuviera recuerdos estándares de una niñez puertorriqueña, tales como:
El llevar regaño por haber dejado el árbol “pelao” de lo irresistibles que son los gandules frescos, o
...que al menos se le grabara en su corazón lo que era recoger parchas silvestres después de un buen mareo camino al campo...o
(y todavía falta para esto) que tuviera que darle explicación a sus “dates” el porque sus manos olían a ajo y recao los sábados por la noche, después de hacer sofrito fresco.
Para esta madre, estos eran recuerdos íntegros de ser un niño y adolecente boricua...recuerdos que a través de las generaciones acá, su familia corría riesgo de perder.
Al llegar a lejanas tierras a los tres años, al menos esta madre tiene recuerdos de visitar su isla nativa con frecuencia de niña...pero su hija, siendo mitad americana, y sin tener la misma base de idioma a diario, estaba a riesgo de no saber lo que era el que se le erizaran los pelos al escuchar En mi Viejo San Juan. Y la madre, quien por años soltera se enfocó más en la sobrevivencia que en la identidad cultural, un día despertó ahogada dándose cuenta de que no había cultivado en lo total la identidad cultural de su hija.
Ahí fue donde se hizo el inventario de los próximos pasos, los cuales se tomarían a través de algo que ya era pasatiempo para las dos: la jardinería. El sembrar, y el ver despertar vida, el sentirse pequeñas ante la orden Perfecta de la propagación...serían usadas como lección no solo para hablarle a su hija de Dios, si no también para presentarle a Puerto Rico a través de la siembra...y si veía el amor por su cultura nacer en ella, posiblemente se le podía dar como herramienta a otras familias para que empezaran conversaciones culturales, también.
Y de ahí...
“No todos se van a germinar allá en Texas.” le dijeron por teléfono.
Y ese fue el reto perfecto para que dos féminas boricuas se miraran con determinación y cada semilla de parcha, gandul, recao y ají dulce que tenían se enteraron...
Una semana después, al no saber que hacer con tanto brote de palito de gandul, nació el vivero urbano, Huertorriqueño...
•••
Esperamos que a través de su siembra de Huertorriqueño, sus hijos no solo lleguen a sembrar matitas típicas, si no que estando lejos de nuestra islita, aún logren cosechar identidades puertorriqueñas.
💜🇵🇷🌱,
Laura y Alex